15 septiembre 2025 · hace 19 h

El espejo de la autocrítica: Guillermo Francos y el dilema de la derrota electoral que desnudó al Gobierno

· Fuente: haceminutos.com
El espejo de la autocrítica: Guillermo Francos y el dilema de la derrota electoral que desnudó al Gobierno
La bruma de la derrota electoral, una sensación que el oficialismo no experimentaba en mucho tiempo, aún no se ha disipado por completo en los pasillos de la Casa Rosada. Con los resultados aún frescos, y el eco de los votos que se han fugado a otras fuerzas, la retórica triunfalista y la narrativa del cambio radical han dado paso, aunque tímidamente, a un ejercicio de introspección poco común. En este nuevo escenario, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, se ha convertido en la voz más resonante de un incipiente proceso de autocrítica que, en su crudeza, desnuda algunas de las falencias más estructurales del Gobierno. En una entrevista reciente, Francos ha señalado directamente la falta de "cuadros técnicos y políticos" como una de las causas profundas del revés, una admisión que rompe con el discurso monolítico y que plantea serias dudas sobre la viabilidad a largo plazo de un proyecto que se ha erigido sobre la figura de su líder, pero que carece de una base de talento y experiencia consolidada.

La declaración de Francos no es un simple lamento poselectoral; es un diagnóstico certero que apunta al corazón de la administración. Desde sus inicios, el Gobierno ha funcionado más como una vanguardia ideológica que como una estructura de gestión tradicional. La premisa era simple: la voluntad popular, canalizada a través de un liderazgo fuerte, sería suficiente para transformar el país. Los ministerios y las dependencias del Estado fueron vaciados de gran parte de su personal técnico, reemplazado a menudo por figuras leales al proyecto, pero con escasa o nula experiencia en la administración pública. Este enfoque, que el Gobierno presentó como una "purga necesaria" para terminar con la "casta", ahora se revela como una de sus mayores vulnerabilidades. La falta de técnicos competentes se ha traducido en una gestión a menudo errática, en la promulgación de normativas con errores de diseño y en una implementación deficiente de políticas públicas. La economía, las relaciones exteriores, la seguridad y hasta la salud han sido áreas donde la falta de cuadros técnicos ha cobrado su precio.

Pero la autocrítica de Francos va más allá de lo técnico. Cuando habla de la carencia de "cuadros políticos", se refiere a la ausencia de una red de operadores, negociadores y articuladores que son esenciales en un sistema democrático. En un país federal como Argentina, la política es un intrincado tapiz de relaciones y consensos. Sin una base de talentos políticos que puedan dialogar con gobernadores, intendentes, legisladores y actores de la sociedad civil, la capacidad de gobernar se reduce drásticamente. El Gobierno ha confiado en la idea de que la "gente" está de su lado y que la resistencia a sus políticas es simplemente una conspiración de la "casta". Esta visión maniquea, sin embargo, se ha estrellado contra la realidad de un sistema que, aunque imperfecto, requiere de diálogo y de negociación constante.

El aislamiento del oficialismo ha sido una de las características más notorias de su gestión. Atacando sin piedad a la oposición y a los sectores críticos, el Gobierno ha optado por un camino solitario que le ha costado caro. La falta de cuadros políticos capaces de tender puentes y de construir acuerdos ha hecho que cada medida, por más necesaria que sea, se convierta en una batalla campal. El caso de la reforma judicial, las leyes económicas y la relación con las provincias son ejemplos claros de cómo la falta de articulación política ha terminado por empantanar proyectos de ley y generar un clima de confrontación permanente.

Las palabras de Francos, en este sentido, son una bofetada de realidad. Son la prueba de que, incluso dentro del círculo más íntimo del poder, hay una conciencia de que el proyecto no puede sustentarse únicamente en la voluntad y el carisma de su líder. Un liderazgo fuerte es importante, pero no puede reemplazar a la experiencia, el conocimiento y la capacidad de gestión. La política, después de todo, no es un monólogo, sino una conversación, y para conversar se necesitan interlocutores.

La gran pregunta ahora es si esta autocrítica, por más valiente que sea, se traducirá en un cambio real de dirección. ¿El Gobierno abrirá sus puertas a nuevos talentos, a cuadros técnicos y políticos que no necesariamente provengan de su círculo más cercano? ¿O la declaración de Francos se quedará en una simple admisión de un fracaso electoral, sin que esto signifique una verdadera rectificación?

El camino de la autocrítica es doloroso y requiere de humildad, una cualidad que ha estado ausente en la retórica oficialista. Si el Gobierno quiere revertir el rumbo y consolidar su proyecto, deberá entender que la "casta" no solo está en las instituciones que tanto critica, sino también en la incapacidad de reconocer y corregir sus propios errores. El espejo que le ha puesto Francos delante de las nariz es crudo y revelador, y la imagen que refleja es la de un proyecto con una enorme voluntad, pero con una peligrosa fragilidad estructural. La derrota electoral ha sido la alarma que ha sonado. Ahora, queda por ver si la administración está dispuesta a escucharla y a actuar en consecuencia.